XLI Tú eras el huracán y yo la alta torre que desafía su poder: ¡tenías que estrellarte o que abatirme!... ¡No pudo ser! Tú eras el océano y yo la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén: ¡tenías que romperte o que arrancarme!... ¡No pudo ser! Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados uno a arrollar, el otro a no ceder; la senda estrecha, inevitable el choque... ¡No pudo ser!
22/1/11
Spider
Spider (Ralph Fiennes) es un muchacho de mente inestable que queda marcado cuando su propio padre asesina a su madre de manera brutal, reemplazando su presencia por la de una prostituta.
Tiempo después Spider reside en un psiquiátrico hasta que es dado de alta. A partir de ahí vivirá en un hospicio, lugar en donde no recibe la atención necesaria.
Hay dos escenas de Spider que la resumen entera. En una aparece un rompecabezas. En la otra, un cristal resquebrajado (que a su vez se asemeja también a un puzzle), con uno de sus fragmentos manchado de sangre, del al igual que los recuerdos del una vez más atormentado Ralph Fiennes no encajan.
David Cronenberg se aparta de su línea habitual para mostrarnos los vaivenes de la mente humana desde una perspectiva distinta, intimista y cercana, con una cámara detallista, que sin diálogos ni voces en off hace que cada plano, cada escena valga por mil palabras.
Ese es el reto y el éxito de esta cinta, que nos muestra en primer plano la pobredumbre (no solo mental) en la que Fiennes se ve sumido, y cuyo pasado se va reconstruyendo poco a poco, siempre desde su deteriorado punto de vista, con un esfuerzo notable por parte del actor, que llena buena parte de la película sin tener apenas diálogo, pero sin caer en histrionismos o tics manidos.
Mención aparte también para el conseguido entorno, lúgubre, inhóspito, hueco y frío, casi como una proyección de los personajes, reforzado por una sencilla pero eficaz banda sonora de Howard Shore y una muy buena fotografía de Peter Suschitzky.
Estamos ante lo que se suele denominar una pequeña obra maestra, una pequeña joya para paladares finos y espectadores sagaces, una historia por descubrir delicada, oculta y terrible, de las que dejan huella. Chapeau.
FUENTE: El criticon
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